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Nos ponemos rumbo a la Cala Cap Blanc, perteneciente al municipio de Moraira al cual le debo mucho si de términos de bienestar y descubrimiento personal se trata.
En la carretera entre Moraira y Benisa encontramos un desvío que nos introduce en una urbanización. Llegamos al final de la calle donde no nos permite avanzar más y estacionamos el coche.
Antes de coger el equipo nos asomamos por el "balcón" y, de repente, booom! El Mediterráneo bajo nuestros pies. Observndo atónitos el gran azul, nos damos cuenta como a pocos metros desde la orilla comienza una mancha inmensa de color oscuro. Y relacionamos... Sabemos que las praderas de posidonia nos esperan.
Descendemos por el camino de escaleras hasta llegar a la orilla. Junto a la plataforma rocosa hay unas escaleras que nos facilitan la entrada al agua, pero decidimos avanzar un poco pese a la dificultad que implica andar sobre rocas cargados con los equipos y las mochilas.
Nos acercamos a la orilla y nos zambullimos en las aguas cristalinas. La vida que esperaba encontrar se abre ante nuestros ojos. Si desde arriba era bonito, desde dentro aún más si cabe. Las praderas de posidonia se mecen con las corrientes y acarician a los peces que nadan sobre/entre ellas. Yo buceo sobre las mismas con prudencia que se debe de tener para no dañar un ecosistema con todo el valor del mundo.
Disfruto de la fauna que se deja ver e intento integrarme entre fredis (Thalassoma pavo), salpas (Sarpa salpa), obladas (Oblada mellanura), doncellas (Coris julis), entre otros. En este Link podéis identificarlos 🙂.
Tras un rato, nos vamos con el mejor sabor de boca posible. La vida nos ofrece regalos como estos que debemos de aprovechar.