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Había buenas predicciones y cuando nos despertamos lo pudimos corroborar. La aguas en la Cala Granadella estaban completamente tranquilas, por lo que aprovechamos para tomar unas buenas fotos del sitio. Después de tomar un buen desayuno, nos pusimos manos a la obra para hinchar la tabla de paddle surf y revisar todo el equipo: comida, agua, teléfono por seguridad y equipo de snorkel para hacer alguna imersión por el camino. Una vez listos, entramos con ilusión al agua expectantes de lo que nos esperaría en esta jornada de aventura en el mar, subimos a la tabla y empezamos a remar.
Una vez dejamos atrás los entrantes de roca que protegen la cala, veíamos a nuestra izquierda la cueva del “Llop Marí” y la isla del Descubridor como última formación rocosa antes del infinito manto azul. Fuimos por la pared derecha hasta el “Morro del Castell” desde donde ya pudimos divisar la gran pared de roca, los inmensos acantilados que recorren esta parte de la Costa Blanca.
La sensación de estar flotando en el agua, pegados a estas moles rocosas que bajaban hasta el mar verticalmente son indescriptibles. Te sientes pequeño, insignificante ante la grandiosa naturaleza y al mismo tiempo maravillado por el paisaje. Seguimos remando y al poco tiempo vimos una cueva, una de las muchas que encontraríamos por el camino. Paramos a comer en otra cueva de grandísimas dimensiones donde pudimos pisar tierra firme y aparcar las tablas. Este espacio es una catedral hecha de roca natural, una auténtica obra de arte natural.
Ya habiendo repuesto fuerzas, seguimos remando hacia nuestro destino, la Cala Moraig, pero antes de eso todavía teníamos por delante un buen recorrido. Encontramos un gran entrante después del Morro de la Branca, y un par de cuevas más. Por el camino también pudimos observar como hay muchos sitios en la escarpada roca donde los pescadores bajaban y siguen bajando para pescar desde estos acantilados. Hay que ser muy buen escalador para llegar hasta estos puntos tan inaccesibles, me cuesta imaginar cómo podían llegar hasta ahí.
Y finalmente, llegamos a la Cala Moraig, pasando antes por la Cala dels Testos donde paramos a comer y nos sumergimos un poco. Más tarde iniciamos de nuevo la marcha camino de vuelta a la Cala Granadella, disfrutando de nuevo del espectacular paisaje.
Para planificar este tipo de rutas, primero debemos tener cierta experiencia y mirar las predicciones del tiempo para escojer un día de poco oleaje y poco viento que nos facilitarán desplazarnos por el mar sin sobreesfuerzos. Llevar comida y bebida para reponer fuerzas. Nunca ir solos y llevar teléfono para poder comunicarnos si hay algún imprevisto o accidente. En rutas como esta en zonas de acantilados, las embarcaciones generan olas (que también rebotan en las rocas) que nos desetabilizarán y sobretodo en temporada alta que hay más paso de embarcaciones.