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Hoy venimos a contaros una inmersión de buceo. Nosotros solemos bucear con algún centro, concretamente con Buceo Puerto Jávea, un centro que se encuentra en el mismo puerto de esta localidad y en el que siempre ofrecen un trato cercano y con profesionalidad.
Tras equiparnos, nos dirijimos hacia el pantalán donde iniciaremos la ruta en barco. El Cabo de San Antonio se encuentra en las inmediaciones del puerto así que, en escasos minutos, llegaremos al destino y por consiguiente, al punto de inicio de la inmersión.
Al llegar, puedes ver el fondo desde el mismo barco cuando el mar está en calma y cuando no, pues la claridad del agua es increíble y solo con sumergir un poquito la cabeza desde superficie ya comienzas a ver los bancos de peces bajo tus pies, o aletas en este caso.
La guía, Virginia en este caso, nos explica el recorrido antes del descenso. Unas de las cosas que haremos será rodear “La Mona”, que así llaman al pequeño islote que hay junto al cabo y llegar hasta los motores, recoveco sorpresa donde se encuentran los motores de un antiguo barco. Una vez recibidas las indicaciones, nos ponemos en marcha.
Descendemos por el cabo del ancla hasta llegar al fondo e iniciamos el recorrido. Jávea es un lugar maravilloso con muchos puntos de inmersión con más o menos dificultad. En este solemos descender una profundidad máxima aproximada de 16 metros. Lo que sí es cierto es que en cualquiera encontraremos multitud de vida. En esta época es increíble lo maravilloso que está el mar. Nada más descender ya te envuelve la magia del turquesa cristalino. Recuerdo estar mirando hacia mi lado derecho y quedarme atónita viendo los bancos de peces. Unas veces eran castañuelas (Chromis chromis), otras sargos (Diplodus sargus sargus), salpas (Sarpa salpa), incluso algunos de ellos con centenares de ejemplares. También alguno de menor número de fredis (Thalassoma pavo). Sientes que te dan la bienvenida y mientras exhalas burbujas que salen de tu regulador el primer pensamiento que me surge es: ya estás en casa, disfrútalo.
Las praderas de posidonia se mecen con las suaves corrientes y nosotros mentalmente con ellas. Es hipnótico. Es una planta a la que personalmente tengo mucho cariño. Como amante del mar soy consciente de su importancia en los ecosistemas marinos, así que cada vez que veo una pradera, por pequeña que sea, le doy las gracias por todas las cosas buenas que nos aporta.
Seguimos la inmersión. Cada guía o instructor tiene su forma de trabajar, respetable por supuesto, pero subjetivamente me gusta mucho disfrutar del recorrido poco a poco, que me enseñen los recovecos, la fauna del lugar y después, una vez nos encontramos en la barca, hacer un repaso de las especies que hemos encontrado y una pequeña clase de biología marina. A veces acabar el recorrido de la inmersión yendo deprisa hace que se nos escapen detalles de la vida marina que tenemos a nuestro alrededor y debemos saber que, por muchos días que vayamos al mar, ninguno será igual que el anterior. Esa es la belleza y lo sorprendente del azul, siempre tendrá una nueva aventura que regalarnos. Con Virginia es fácil, ella es bióloga especializada en biología marina y de cada inmersión me llevo un nuevo aprendizaje.
Seguimos avanzando entre paredes y espacios abiertos, entre claridad, entre posidonia. Tuvimos la suerte de encontrarnos varios nudibranquios, un orden de moluscos sin concha tan pequeños como bonitos. Me gustaría añadir alguna foto,pero con el tipo de cámara de la que dispongo es difícil captarlos, al menos con mi poca experiencia en fotosub.
En cambio sí tengo la necesidad de mostraros alguna de las preciosas estrellas de mar, que son capaces de alegrar cualquier lugar en el que se encuentran con su vivo color rojo anaranjado. La verdad que, afortunadamente, en esta inmersión perdí la cuenta de los ejemplares que vi. Me sentí muy agradecida por ello. Aquí os muestro una de las tantas que vimos junto a unas algas cola de pavo (Padina pavonica).
Tras un rato de inmersión llegamos a los motores, lugar que se conoce así debido a que se encuentran aquí los motores de un barco antiguo. Y de repende, al ascender para llegar a ellos, se abre una claridad y con ella un juego de luces precioso formado por los rayos de sol que penetran en el agua haciendo más evidente el turquesa cristalino. Son sensaciones que te invaden, momentos que te regala el azul y vuelves a sentirte agradecida.
Volvemos entonces hacia la barca. Y de repente, otra sorpresa. Buceamos entonces entre un enjambre de crías de medusa clavel (Pelagia noctiluca) que bien por su pequeño tamaño o su temprana edad, todavía no son urticantes. Fue muy bonita la sensación de bucear entre ellas con sus movimientos hipnóticos.
Ascendemos de nuevo al barco y ponemos fin a esta bonita inmersión. Siempre nos quedamos con ganas de más.
Os dejamos el enlace con la guía de especies del Mediterráneo .